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Hace poco, leyendo un libro, descubrí algo fantástico.
Tomé consciencia, como nunca antes, de cómo nuestras creencias nos condicionan. Fue con la siguiente historia que todos, seguro, ya conocéis.
Si recordáis, es la historia de aquellos jugadores de rugby de Uruguay, cuyo avión cayó en los Andes. Al ser uruguayos, no tenían mucha cultura del frió y mucho menos del frío extremo. Pues bien, nadie sobrevive veinticuatro horas a -40º C, con ropa ligera y a más de 4.000 mt de altura. Y ¿sabéis por qué algunos lo consiguieron?, porque en la montaña todo era desconocido para ellos. No tenían información previa. No eran conscientes de estas limitaciones. No tenían creencias previas sobre la supervivencia en dichas condiciones.
Debemos replantearnos nuestras creencias.
El cerebro es una máquina que no cesa de crear pensamientos y sentimientos. Estos guiones, pueden conformar creencias positivas y posibilitadoras o bien, creencias negativas y limitantes.
Las creencias positivas sobre nosotros son las que nos impulsan y nos hacen conseguir nuestros objetivos, sin embargo, muchas veces tenemos miedos que nos frenan por acontecimientos que la mayoría de las veces, ni siquiera han ocurrido. Simplemente están en nuestra mente y nos frenan en la acción.
Los pensamientos, imágenes y sentimientos, no son más que eso, escenas o relatos internos donde el lenguaje es papel clave para decidir qué hago y que quiero hacer con esos sentimientos.
- “No soy capaz”, o puedo preguntarme: ¿o si lo soy?”.
- “Siempre me equivoco”, o me digo: otras veces he acertado.
- “Siempre llego tarde” o cuestiono: ¿podría esforzarme y cambiar?”.
- “Está serio, ¿acaso está enfadado conmigo? /Tal vez solo le duele la cabeza”.
Estos guiones, poco útiles, son difíciles de controlar, pero sí podemos reconocerlos y cuestionarlos, y desde ahí aprender nuevas formas de comportamiento en relación con ellos.
Nos vamos a centrar en las creencias poco útiles que son las que, principalmente no nos permiten alcanzar nuestro objetivo:
- Exigencias hacia nosotros mismos o hacia los demás: por ejemplo creer que debo ser aceptado por todas las personas que me rodean o que nunca debo cometer errores.
- Pensamientos exagerados: ante las consecuencias de un hecho como algo terrible o catastrófico cuando aún ni ha ocurrido.
- Racionalización equívoca de hechos observados desde un yo no objetivo.
- Sesgos sistemáticos o brechas interpretativas en procesos de información y que nos condicionan. Por ejemplo:
- A veces sacamos conclusiones generales de un hecho aislado. Por ejemplo, su primer día de trabajo una persona llega tarde y ya nosotros pensamos: “esta persona es impuntual”.
- Rechazar sistemáticamente ciertos pensamientos o sentimientos que creemos nos afectan negativamente. Por ejemplo, cuando nos enfrentamos a nuevas situaciones, y caemos en la trampa de creer que podemos controlarlo todo. Pasamos horas intentando controlar todo lo que podría salir mal así que, en lugar de reducir la incertidumbre, sus mentes generan aún más cosas en las que preocuparse. Así que merece la pena aceptar que hay cosas que no se pueden controlar y eso es lo más útil para no verse frenado y poder actuar en la dirección que se desea.
- Algunos pensamientos representan realidades objetivas. Pero en realidad esos pensamientos son solo eso, pensamientos distorsionados por la interpretación. Los pensamientos no son la realidad.
- A veces se exageran rasgos negativos que no dejan apreciar los positivos.
- La mayoría de los pensamientos se reproducen en forma de opiniones, juicios o evaluaciones. Las personas caemos en la trampa de que todos los pensamientos son igual de importantes.
- En ocasiones creemos en algo porque lo sentimos así. Las cosas se perciben de forma que encajen con nuestra manera preconcebida.
- Los pensamientos a veces son órdenes para las personas cuando piensan algo y sienten que tienen que actuar en consonancia. En ocasiones no pueden controlar su forma de pensar, pero podrían controlar su comportamiento en relación a su forma de pensar. Es decir, podríamos poder decirnos: “Ahí va mi mente patinando de nuevo…”. Las personas no tenemos que actuar en consonancia con la totalidad de nuestros pensamientos. Podemos aprender a utilizar el estándar de oro para la evaluación de los pensamientos preguntándonos:
- ¿son estos pensamientos órdenes para actuar en la dirección que no deseo?
- ¿son útiles para mí?, Si los pensamientos no son útiles para alcanzar lo que más deseo, debo aceptarlos por lo que son, pensamientos nada útiles para mí.
- En ocasiones pensamos que todo lo que la gente dice o have es una forma de reaccionar respecto a nosotros.
- En otras ocasiones las personas percibimos los “pensamientos como amenazas”.
- Con frecuencia las personas llevan consigo pensamientos y escenas personales sobre si mismos ya caducas, que no representan lo que son en el momento presente. Ninguna situación dura para siempre. Es la trampa de la permanencia. Hay que ver los acontecimientos preocupantes como temporales
- Los problemas se presentan de modo distorsionado; la percepción de la realidad se altera. Así unas veces pensamos que los problemas son para siempre; otras que afectan a todos los aspectos de nuestra vida, y la mayor parte de las veces, que tienen un único culpable.
Nuestro Afinconsejo: “Utiliza tu lenguaje positivo y cuestiona y cambia todas las creencias que te limitan”.