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Si al comenzar a leer este artículo vienen a tu mente recuerdos imborrables, posiblemente hayas pasado un tiempo caminando por senderos y cunetas en dirección a Santiago de Compostela.

Hace pocos días tuve la suerte de cumplir con el rito de asistir a la Misa del Peregrino y obtener la Compostela, tras haber caminado unos cientos de kilómetros, mantener interesantes conversaciones con desconocidos (hasta ese momento) y degustar la especialidad de cada zona (no todo va a ser andar).

Los orígenes del Camino se remontan al año 812 con el descubrimiento del sepulcro de Santiago el Mayor, pero fue en 1993 cuando recibió un impulso definitivo al ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Ahora son innumerables los caminantes que acuden cada año, desde diferentes partes del mundo. En 2015, más de 260.000 personas fueron registradas, de los cuales un 54% provenía de otros países, siendo los más representados, por este orden; Italia, Alemania, USA, Portugal y Francia.
Hay diferentes motivaciones cuando te lanzas a la aventura de recorrer el Camino y, cada uno llevamos las nuestras. En ocasiones las hacemos públicas pero me atrevo a decir que siempre guardas un motivo privado que cargas, al igual que la mochila, durante las duras jornadas. En base a las charlas que he mantenido con compañeros de fatigas, los motivos más habituales son:

– Religiosos
– Culturales
– Contacto con la naturaleza
– Deportivos
– Autoconocimiento
– Búsqueda de respuestas
– Retos
– Etc

Como veis, una gran variedad de motivaciones que hacen que todo tipo de personas tengan cabida, desde el grupo de adolescentes que quieren divertirse a los solitarios que cumplen parte del antiguo rito, realizando en silencio largas jornadas.

Conocí a un mexicano, un gran tipo, al que una enfermedad grave le cambió la forma de ver la vida. Tras su curación, gracias al trasplante de médula de un hermano, rompió con una vida muy parecida a la que tenemos muchos de nosotros. Cuando me crucé con él, no pude evitar decirle algo porque detecté que transmitía buenas sensaciones. Resultó ser una persona muy interesante, viajando por todo el mundo y que vuelve continuamente a Santiago buscando diversión, paz y reflexión.

En una de las jornadas estuve pensando un buen rato cuál sería el motivo de las personas con las que me cruzaba, su “para qué” y llegué a la conclusión de que el Camino es un enorme campo de entrenamiento donde adquirir nuevas habilidades y desarrollar competencias. Igual que algunos dedican sus vacaciones a tratamientos de choque para adelgazar, otros lo hacen con tratamientos menos agresivos en el Camino.

¿Cuáles serían algunas de las modalidades que se pueden entrenar?
Idiomas. Es una actividad ideal para quien quiera practicar inglés o alemán (también coreano, pero te cuesta un poco más encontrarles). Todos los días tendrás la oportunidad de hablar con peregrinos venidos de fuera y compartir unos kilómetros, o jornadas enteras. Podrás tener más horas de conversación que en un intensivo en tu academia.
– Escucha. Vivimos rodeados de ruido y estamos más dispuestos a dar nuestra opinión que a escuchar la de los demás. Debemos entrenar la escucha. ¿Te imaginas pasar unas horas al día sólo escuchando los pájaros, el rumor del agua en el río, el viento moviendo las hojas, los pasos sobre la arena y la piedra? Inténtalo; vas a descubrir sonidos olvidados y una sensación de paz muy gratificante.
Atención plena. Es un ejercicio sumamente interesante, especialmente indicado para quienes atienden constantemente diferentes acciones a la vez y no consiguen concentrarse en un solo tema. Consiste en centrar la atención en el canto de los pájaros, por ejemplo, y mantener la concentración en el mismo durante un buen periodo de tiempo. A continuación, se puede probar con el sonido del río, y así sucesivamente.
Timidez. Si eres de los que le cuesta hablar con personas que no conoces pero lo necesitas en tu actividad profesional, aquí tienes la oportunidad de entrenarlo, y sin riesgo alguno. Todas esas creencias que te limitan a hacerlo en tu entorno no tienen valor en este momento. Ponte el objetivo de entablar conversaciones con desconocidos cada día, dos, tres, cuatro personas. Si lo haces cada día, cuando vuelvas a tu actividad habitual, te será mucho más fácil.
Podría seguir hablando de forma interminable de los beneficios que vas a obtener, en base a los objetivos que te marques, hacer deporte, adelgazar, botánica, ornitología, etc, pero creo que es mejor que lo compruebes tú mismo. Sé tu propio “personal trainer”.

¡Buen Camino!